Autora: Aniko Villalba

{ Aviso: este texto NO es de Cortázar, solo está inspirado en él y en sus instrucciones para hacer actividades cotidianas. Pongo esta aclaración porque lo vi circulando en webs y redes como si fuera de su autoría y, si bien es un halago para mí, no quiero ser la autora de un texto apócrifo de este gran escritor! }

Primero, busque una ventana.

Si bien esto puede sonar obvio, antes de elegir la suya tiene que saber que existen varios tipos de ventanas: estáticas y en movimiento, altas y bajas, agrupadas y solitarias. De la combinación entre ventanas altas, agrupadas y en movimiento surgen los aviones; las ventanas altas y estáticas solo se encuentran en los edificios; las bajas y en movimiento suelen reunirse en los autos; y las bajas, estáticas y solitarias son quizá las más frecuentes. Elija la que elija, lo importante es que le quede cómoda y que sirva a sus intereses. No intente mirar por la ventana de un avión si usted se quedó en el aeropuerto, tampoco pretenda verle los zapatos al vecino desde un piso dieciocho.

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Las ventanas bajas permiten una interacción mucho mayor con la vida cotidiana de los demás ya que le dan una vista privilegiada del corte de pelo de la señora de al lado, de la bolsa de los mandados del nene y de las discusiones entre la pareja que vive al final de la calle. Las ventanas ubicadas en pisos altos le ofrecen una vista panorámica de la ciudad, le permiten señalar con el dedo el Obelisco, la Torre Eiffel y hasta la torre más alta de China, pero no le dan la posibilidad de ver la fila de hormigas que avanza por el empedrado. Si está en estado meditativo, le recomendamos una ventana alta; si está en estado contemplativo, una baja.

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Lo importante es que la ventana elegida quede a la altura de sus ojos. Es recomendable que no tenga que acostarse en el piso ni saltar repetidas veces para poder ver qué hay del otro lado —aunque, si prefiere eso, nadie se lo prohíbe—. Así que ahora sí, una vez que tiene su ventana, póngase cómoda. Use una silla si quiere, aunque la posición que recomendamos es la siguiente: cuerpo inclinado contra las rejas o contra la pared, antebrazos apoyados de manera paralela sobre la baranda o sobre el marco, si la altura se lo permite, cabeza en alto, mirada hacia adelante. Puede ponerse un almohadón bajo los brazos si piensa pasar varias horas.

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He aquí una experta.

Y ahora mire, no importa qué, no importa si no sabe qué debe mirar, usted mire como si tuviese certezas, mire con fuerza, mire como los gatos, con intensidad, concéntrese en esa actividad como si fuese la única razón de su existencia, mire bien a cada persona que pasa, siga su trayecto con un movimiento de cabeza, sonríale si le sonríen, no hable si no le dicen nada, salude a sus conocidos, mantenga conversaciones acerca del tiempo, las nuevas reglamentaciones del municipio, los problemas que hay con los perros que revuelven la basura, las notas que sacó su hijo en el colegio.

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Mire, respire, sienta el viento, o el calor, o la brisa, analice las nubes, prediga que va a llover. Y, sobre todo, escuche: no hay sonido más reconfortante y más ignorado que el de la vida cotidiana. Cuando siente que ya miró suficiente, que absorbió el mundo con los ojos, aléjese de la ventana y prosiga con sus tareas.

Cuando haya terminado, cierre las cortinas hasta la próxima función.

Cuando haya terminado, cierre las cortinas hasta la próxima función.

Esta es una actividad que se realiza mejor en dos momentos de la vida. Los expertos en mirar por las ventanas bajas y en movimiento son los niños; los más profesionales en el mirado a través de ventanas bajas y estáticas son los abuelos. Así que no se preocupe si siente que no le encuentra la gracia o que los demás lo hacen mejor que usted. Una de dos: recuerde cómo miraba cuando era niño o deje que el paso del tiempo le enseñe a observar por segunda vez.

Este post forma parte de la serie #100ideas que hago a distancia con Carolina Chavate. Cada semana sacamos un papelito de la bolsita mágica de Keri Smith, cumplimos una consigna y la volcamos en nuestros blog. La de hoy era: “escribí las instrucciones para hacer una tarea simple de todos los días”.

Quien fue el maestro en escribir instrucciones para actividades cotidianas fue Julio Cortázar. Les recomiendo mucho su libro “Historias de Cronopios y de Famas”, donde están sus Instrucciones para subir una escalera, Instrucciones para llorar, Instrucciones para cantar, Instrucciones para matar hormigas en Roma y otras. Como mencioné al inicio, el texto de este post NO pertenece a Julio Cortázar.

Pueden leer las “Instrucciones para conjugarse en presente” de Caro en su blog.