Decidí volver a Londres con un objetivo concreto: pasar varias tardes en Waterstones, una de las librerías más grandes de Europa. Conocí Waterstones de casualidad, la primera vez que estuve en Londres, cuando caminaba por Picadilly y vi una vidriera que me llamó la atención. Entré sin imaginarme que me esperaban cinco pisos y un subsuelo de libros y sillones. Estaba viajando sola, así que pasé gran parte de mi estadía metida ahí adentro, con pilas de libros y horas por delante. Unos meses después, cuando vivía en Biarritz (Francia), me obsesioné con volver.