Uno de mis lugares preferidos de Biarritz, la ciudad francesa en la que estoy viviendo, es La maison des arts: una papelería chiquita pero repleta de cosas. Como me queda cerca, cada vez que paso por la puerta entro y me quedo mínimo media hora mirando. El problema es que quiero comprarme todo: las lapiceras de colores con brillitos, los cuadernos artesanales, la cinta scotch con dibujitos, las gomas de borrar con forma de animalitos, los crayones, las libretas, el papel de forrar, las postales, el papel de carta. Está todo muy bien presentado en una mesa central, así que mi recorrido consiste en dar vueltas a la mesa como si estuviese jugando al juego de las sillas. Y en cada vuelta encuentro algo nuevo.