Estoy en el paraíso. No pensé que los japoneses se tomaban la papelería tan en serio, no pensé que existía un país de stationery worshippers. Al igual que en Nueva York, mis recorridos por Tokio están armados en función de las papelerías y librerías que quiero conocer. Ya no sé para dónde mirar, cada tienda a la que entro es una sobredosis visual de cuadernos, lapiceras, agendas, marcadores, stickers, post-its, washi tapes (esas cinta scotch de papel con dibujos / mi nueva adicción) y un montón de cosas que ni sabía que existían pero que necesito tener urgente. Me sorprenden dos cosas: la variedad de productos que hay en cada negocio (no hay una sola agenda, hay veinte modelos distintos y de cada modelo hay con 30 tapas distintas) y la poca repetición que hay entre un negocio y otro. Cuando pensás que ya viste todo te das cuenta de que todavía te quedan cuatro pisos de cosas distintas. Y cuando pensás que la próxima papelería va a tener más o menos lo mismo que la anterior… sorpresa.