Las puertas de mi vida
La consigna que salió de la bolsita de 100 ideas era: escribí acerca de (o dibujá) algunas de las puertas de tu vida.
“La puerta rompe el espacio, lo escinde, impide la ósmosis, impone los tabiques: por un lado estoy yo y mi-casa, lo privado, lo doméstico (el espacio recargado con mis propiedades: mi cama, mi moqueta, mi mesa, mi máquina de escribir, mis libros, mis números descabalados de La Nouvelle Revue Française…), por otro lado están los demás, el mundo, lo público, lo político.”
(Georges Perec en Especies de espacios)
La puerta principal de mi casa-cueva está desgastada por la sal. Es azul, tiene la pintura descascarada y los hierros oxidados. A veces, cuando el cartero no encuentra a nadie adentro, me deja las postales y los sobres enganchados en esos hierros. Otras veces se escuchan golpes: son los dueños o algún amigo. La puerta es pesada y tengo que empujarla con las dos manos —a veces con un pie— para entrar. Para cerrarla bien hace falta tirar con fuerza, hasta escuchar un click.
Durante el otoño y el invierno, esa puerta estuvo siempre abierta, sin llave, pero ahora tenemos una inquilina nueva que se preocupa mucho por la seguridad y cierra todo. Yo le digo que acá no pasa nada, que este pueblo es tranquilo —excepto en verano—, pero ella me dice que puede venir un hombre con un cuchillo y que mejor trabemos todo para que no se roben el televisor. Cuando se va a su cuarto a dormir también se encierra con llave, no sea cosa que. Así fue como, de golpe, la puerta de entrada de esta casa dejó de ser la entrada a mi cueva. Ahora es una puerta que da a un espacio común donde está la segunda puerta —la sub-puerta— que da a mi cuarto-cueva. Con una presencia nueva se redujeron las dimensiones de mi cueva y se alteró el sentido de cada habitación de esta casa.
La puerta de entrada al cuarto-cueva es una puerta normal: marrón oscura, con un picaporte dorado, no muy pesada ni muy frágil. Como tiene puesta la llave del lado de adentro, cada vez que la abrimos o la cerramos se escucha el rebote del llavero. Al moverse suele generar una pequeña corriente de aire y, si la puerta del baño está abierta, ese aire la hace golpearse. Esta es la puerta de mi vida, hoy, es el portal a mi refugio. Da a mi cuarto y a mi escritorio, a mi lugar de descanso y a mi oficina, a mi pared repleta de postales, a mi pared con panfletos en francés. “No entiendo qué hacen todo el día ahí adentro”, dice la nueva, que todavía no sabe cómo son las cosas en esta casa. Es que estamos construyendo un mundo, y para eso necesitamos tiempo. Durante ocho meses, si golpearon a esta puerta tres veces fue mucho; ahora tenemos golpes cuatro veces por día. La paz se alteró. Quizá sea hora de empacar.
Las otras puertas de la casa no me importan demasiado, excepto la de la heladera y la que da a nuestro baño. La puerta que quiero abrir es la de mi casa en Buenos Aires, la que también tiene un montón de postales pegadas, esa puerta pesada y fea que ahora me hace falta.
Si pudiese construir puertas mágicas, en la calle principal de Biarritz habría:
– una puerta que da a España (pasa desapercibida como puerta de una casa abandonada, pero si la abrís salís en una estación del metro de Madrid o en Passeig de Gracia número cinco, en Barcelona)
– una puerta que da a Buenos Aires (cualquiera creería que es la puerta de un baño público, pero si entrás salís en una esquina de San Telmo)
– una puerta que da a la librería Waterstones de Londres (esta está ubicada dentro de una librería de Biarritz, para no perder el tiempo en traslados innecesarios)
– una puerta que da a una tarde de sol en Savannakhet, Laos
– una puerta que da a una mesa de café (el poder de este café es que sirve de punto de encuentro, solo hay que ponerse de acuerdo con otra persona y abrir la puerta a la misma hora, desde distintos lugares del mundo, para aparecer ahí y poder sentarse a charlar)
– una puerta que da a la casa de mis amigas en Lima (y si la abro y justo no están, esa puerta me hace aparecer en una cevichería con un plato de ceviche fresco esperándome)
Si las puertas de mi vida fuesen mágicas, todo sería un poquito más fácil.
Si la puerta principal de mi casa-cueva siguiese estando sin llave, las cosas aún estarían en equilibrio.
En 5′ pase, a vuelo de pájaro, por el frente de todas las puertas importantes de mi vida. Sin dudas, una de las cosas mas lindas que te leí… =)
gracias Martín!
me pareció un lindo ejercicio este de escribir acerca de las puertas… 🙂
Sigo tu otro blog hace varios años, y sabía que tenías uno nuevo. Lo que no entiendo es por qué vine antes por acá, con lo que disfruto leer tus historias. Y porque ademas es sobre un ¿oficio? ¿pasatiempo? que amo, pero de a poco lo dejé, lo puse en el olvido. Eso «inexplicable» de dejar ir algo que hace bien. Sin embargo, creo que por algo llegué a esta nueva casa justo esta semana, en la que necesitaba motivación y estímulo.
Estoy viendo las cosas un poco apagadas, y me hizo sonreír que una de tus puertas diera al barrio en el que vivo (San Telmo). Que lindo que algunos quieran estar en el lugar en el que amanezco todos los días, que lindo que hagas tantas cosas, que tengas tantos proyectos. Voy a seguir poniendome al día, que hay mucho que leer por aquí.
Hola Lucía, llegaste en el momento justo, entonces. 🙂
Y sí, viste que siempre hay alguien que quiere estar en el mismo lugar que uno está, y lo más probable es que uno ya esté cansado de estar ahí, mientras la otra persona no pueda parar de soñar con llegar. Así es la vida!
Que significativo es esto que escribes, parece algo simple, pero encierra tantas cosas, justo ahora estoy en un proceso de transición en mi vida y me doy cuenta que por ahora no tengo una puerta definitiva, no pude describir mi propia puerta porque aún no la tengo, pero si tuviera que definir mi puerta mágica que abra en algún rincón maravilloso, definitivamente mi puerta se abriría frente al mar, no importa si tiene la cerradura oxidada como tu actual puerta por la sal, pero de seguro sería esa la mejor puerta de mi vida.
sí, una puerta que se abra frente al mar sería La Puerta de mi Vida.
Sabes que nunca hubiera pensado que se podían escribir tantas cosas lindas sobre puertas. Esa puerta de la foto, realmente es la puerta de tu cueva? Tiene mucho encanto así como está, con la pintura descascarada y la reja medio oxidada. Sin duda que la inquilina aprehensiva alteró toda tu rutina diaria, pero te ayudó a valorar más esa puerta no? Y tus puertas mágicas son tan propias de tu espíritu viajero, abrirlas y aparecer en un lugar lejano es una cualidad maravillosa que desearía que tuvieran mis puertas también.
Viste, yo tampoco me imaginaba hasta que me puse a escribir…
Sí, esta puerta es/era la puerta principal de mi casa en Biarritz. Digo «era» por dos cosas: una porque en dos días me voy y ya no volveré a abrirla, y otra porque la pintaron a nuevo y para mí quedó horrible, ya no se le ve el descascarado ni la oxidación, ahora es una puerta como cualquier otra. Pero bueno, como dije, será que es hora de empacar.
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