Catálogo de olores y sonidos de Biarritz
La consigna es doble:
1. Olores. Salí a caminar. Hacé una lista de todos los olores de tu barrio. Detallá lo más posible. Tratá de identificar las fuentes.
2. Sonidos. Salí a caminar con el objetivo de escuchar y documentar sonidos.
*
Biarritz es una ciudad silenciosa. Si hiciera un CD con los grandes hits sonoros de Biarritz, las pistas serían las siguientes:
Lado A: sonidos exteriores
1. Pajaritos
2. Los autos
3. La lluvia
4. El mar
5. Recreo en el colegio
6. Una gaviota
Lado B: sonidos interiores
1. Teclados
2. Una guitarra
3. Un silbido
4. El lavarropas
5. Golpes en la puerta
6. Cigarrillo electrónico tirando humo
Hace unas semanas, Biarritz está como en construcción: hay grúas y taladros por todas partes, y ese ruido a obra me entra por la ventana y me lleva directo a mi infancia. Buenos Aires es una ciudad que está siempre en construcción, pero el sonido a taladro es algo que escuchaba más de chica, cuando volvía del colegio a mi casa a almorzar.
En cuanto a los olores, Biarritz me parece una ciudad bastante inodora. En general hay olor a flores, a lluvia o a mar, según la ubicación, pero por ser más normales —para mi olfato— me suelen pasar desapercibidos. No es lo mismo que ir a esos países donde las especias flotan en el aire y los aromas son parte inseparable del paisaje.
Salgo a caminar para hacer un relevo —incompleto, claro— de los sonidos y olores de Biarritz.
Hago la caminata de siempre: aprovecho para sacar la basura, sigo hasta el correo, freno en algunas librerías, bajo hasta el mar y vuelvo a casa por la calle principal. Si hiciera ese camino sin concentrarme diría que no hay sonidos ni olores particulares, pero ah, el poder de la atención. Cuando uno presta atención, los espacios se agrandan. Salgo de casa con las orejas abiertas como antenas y el olfato activado. Tengo ganas de caminar con los ojos cerrados, de repetir el ejercicio que hicimos en el taller de narrativa y que consistía en dar una vuelta por el barrio con los ojos vendados. Pero estoy sola y si cierro los ojos seguro que me tropiezo.
En la primera cuadra ya siento de todo: de la casa del vecino sale olor a madera, en la esquina hay mucho olor a flores —me acerco a olerlas, no sé cómo se llaman, son blancas y chiquitas—, cuando abro el tacho para tirar la basura siento un leve olor a podrido, después meto el pie en un charco —recién paró de llover— y me vuelvo consciente de mis pasos.
Los sonidos son más fáciles: el taladro se va silenciando a medida que me alejo y vuelve a perforarme los oídos cuando llego a otra zona en construcción.
Escucho a un perro que ladra como a dos cuadras,
tres banderas flamean con el viento.
Paso por otra casa en obra y sale música de radio.
Escucho mis pasos,
eso es lo que más me impresiona:
mis pasos contra el piso.
De repente, un búho.
En el medio: silencio.
Biarritz es la ciudad del silencio.
Puedo caminar varias cuadras sin escuchar ruidos.
Hasta que vuelven a empezar:
una gaviota,
mi pie sobre una hoja seca,
la puerta de un auto que se cierra,
el sonido de las motos que avanzan por la calle principal.
Alguien habla en otro idioma
—no distingo cuál—,
algo me cae sobre el pelo,
escucho un ruido a gota.
Destraban una reja,
bocinazo,
autos que aceleran y desaceleran.
Mis pasos.
Un silbido,
ruido de skate contra el asfalto.
El mar.
Solo escucho el mar cuando estoy cerca, nunca a lo lejos. Bajo hacia la playa y al lado mío baja un nene en monopatín. El piso es de adoquines y él va diciendo eeeee que suena como e-e-e-e-e-e.
Los olores me cuestan más: no siento tantos y, cuando aparece alguno, me cuesta definirlo. Creo que no soy tan olfativa. Además me concentro tanto en los sonidos que me olvido de oler y cuando me doy cuenta huelo con tanta exageración que me siento un perro.
“Biarritz tiene olor a nada”, escribo en mi cuaderno mientras camino, pero no es cierto. Los olores están, aunque son sutiles. Siento un olor como a polvillo: claro, de alguna obra. Me cruzo a un señor que va con su perro, y su colonia (¿barata?) queda flotando en el aire. Hay olor a planta, parece pino, y también olor a pasto mojado. De repente, un leve pis de gato. Y enseguida un olor a limón artificial, como de aromatizante de auto o caramelo, que no sé de dónde viene.
Algunos olores salen de lugares obvios: el olor a diario del puesto de diarios y revistas, el olor a tierra mojada que dejan las grúas mientras excavan en el asfalto, el olor a crepe de la crepería y el olor a pan recién hecho de la patisserie. Ese lo siento siempre, es imposible que no te envuelva, es el olor a Francia. A los otros nunca les había prestado atención. También aparecen olores que no puedo identificar, como cierto aroma dulce a frito o algunas flores que no sé qué son.
Termino el paseo en mi papelería preferida. Ahí las que mandan son mis manos: toco todo. A mí el mundo me entra por las manos, me gusta explorar las texturas de las cosas.
La papelería es chiquita así que doy unas cinco vueltas en círculo: agarro y pruebo todo. Y vuelvo a ver eso que quiero comprarme hace tiempo pero que no me permito porque sé que es puro capricho y todo tiene un límite: un frasquito de plástico —con forma de foco de luz— con diez gomas de borrar muy chiquitas con forma de zorrito. El frasco me cabe en la palma de la mano y lo quiero comprar solo para tenerlo en el escritorio y mirarlo. Lo agarro, lo sacudo como si fuese una maraca y escucho los golpecitos apagados que hacen los zorritos de goma al golpear contra el interior. El frasco está cerrado con un tapón y sellado con un plástico, así que no puedo abrirlo para olerlo, pero no me hace falta. Conozco el olor de esas gomitas, tuve muchas cuando era chica. Ese olor a tutti frutti quedaría perfecto con el olor a tinta de mis cuadernos.
Comprate el foquito con gomitas!! Yo te doy permiso!
ayyy gracias. creo que no voy a aguantar…
Qué bonito! Salir a caminar con los sentidos en estado alerta. Quisiera hacerlo, pero algo me frena. Acá donde vivo hay perros en la calle y me dan miedo. Es más fuerte que yo y no quiero arriesgarme así que tengo que salir en auto, pero es algo que añoro, poder salir de casa caminando a comprar pan, a botar la basura como tú, a respirar aire puro y sentir los sonidos y aromas del ambiente. Envidio tus aromas y sonidos silenciosos. Gracias por el paseo por tu barrio.
ohhh qué haría yo sin mis caminatas barriales…
otra opción: salí en auto, dejalo en otro barrio y caminá por un barrio que no sea el tuyo 🙂
¡Gracias Aniko! tu blog motiva a escribir 🙂
El mío es el siguiente:
…Tomo mi ¨Moleskine¨ (libreta distintiva con banda elástica) y mi pluma; decido salir a caminar, a fisgonear, a explorar…
No uso perfume, evitando entremezclar aromas y mis viejas ¨CONVERSE¨; (marca de tenis elaborados en caucho y tela) hacen mis pasos discretos y sigilosos al zapateo constante de la gente…
–El que puedo percibir mientras cierro mi puerta… [track].
Alguien dice: «Mi niña, buenos días»; es:–Doña Amanda, mi vecina; quien junto con su sonrisa desprendió también de su aliento, una humareda de cigarrillo amotinada de café.
Sigo mi camino sin demora concluyendo: «Ambas conocemos nuestros olores y sonidos».
Su patio de ropas es contiguo al mío, casi que podría saber qué detergente con aroma a «limón agrio» utiliza para aquella: ¡Ruidosa!, muy ruidosa lavadora; o quizás hasta podría para la siguiente navidad obsequiarle a ella y a su esposo:
–Don David:un viejo agradable con olor a experiencia de vos ronca y elevada; obsequiarles un C.D de clásicos boleros, algo así como «Gardel»
…¡Ah! y sin olvidar… Que casi siempre,escucho su teléfono sonar: [Rinnnnn, rinnnnn…].
Continuo… Ahora, queriéndome dirigir hacia la risa picaresca de unos cuantos niños que aún no consigo ver; diez? doce? o quizás una clase entera?; al doblar la esquina me doy cuenta como mi aprehensión mejora al tener visualidad de la escena.
–Languidece la idea…Cinco niños. Cinco niños: Gritan y juegan, gritan y corren, gritan y saltan, grita, gritan, gritan…
Es temprano y «Don Frank» hornea el pan; huele a pan…
No me detengo.
–Pienso en devolverme… una, dos, tres veces, No lo hago.
De repente dejo de pensar en el hojaldre con manjar de leche.
–Me encuentro entre los cláxones de los colectivos y sus timbres metálicos; sus llantas rechinan y van a toda prisa sobre el asfalto gris y colosal. «Aquella avenida», de noche tan silente, tan fría, tan sola…
Me detengo en la parada del bus buscando estática y percepción; intento ser: «Toda oídos» (expresión metafórica); intento ser olfativa: arrugo mi nariz y produzco sonidos fuertes al inhalar.
De repente, registro una esencia frecuente para mí…»La combinación cítrica entre hierbas y frutas» que una mujer; (al parecer con mucha prisa), usó en su cabello antes de salir; ese mismo aroma a te dulce que se impregna en el mío, ya que coincidencialmente fuimos afines con el mismo jabón liquido para cabello «rebelde y esponjado»
…Escribo, huelo mi cabello.
…Se escucha un golpeteo mástil y repetitivo, anexo a unos sosegados pasos…
–Se acerca, no es necesario aproximarme con recato a percibir su humor; de su abrigo expele un patente olor a brasa, tal ves sahumerio…
¡A eso huele, aquel «Señor»!
–A lo lejos, se ve venir el autobús.
–El distorsionado silencio, se corta tras el resonar de un teléfono celular.
–El bus hace su respectiva parada.
–Del bolsillo del hombre se escucha escudriñar y repiquetear llaves probablemente con algunas monedas, mientras intenta hallar su teléfono.
–Se abren las puertas de acceso.
–El caballero atiende su teléfono celular, maniobra su bastón, aborda el colectivo… y como si fuera poco deja en mí… Un poco de su «ring tone» (tono de llamada con melodía sonora), el cual tarareo:
«!Ay amor divino, pronto tienes que…»
Sigo mi camino… Tarareo…
Me detiene un pequeño ventarrón que sale de un taller, pareciera polvo por un instante; hasta que…
¡Huelo!
huelo a madera, a …
¡Aserrín!.
Un hombre ondea con un paño buscando deshollinar su pieza de leño; suena el viento [fuuuuuuu, fuuuuuuu…]; todo allí adentro es aserrín…
Se huele.. Se adhiere… Se mira… Se siente.
Un pequeño perro ladra mientras corre hacia mí.
–Es muy chico; sus uñas suenan;como si bailaran rasguñando la baldosa.
–Sus ladridos son finos, delgados, afilados…
Deambulo un poco más, para luego sentarme sobre el olor a prado seco, a consignar mi cometido mientras escucho mis ideas transforman mi caminar en intrínseca poesía.
Hoy decidí caminar…
Hoy disfruté caminar…
SMR
Cuando despierto en la mañana lo primero que escuchó es a mi cachorro que quiere salir a corretear por el jardín.pero es invierno.hace frío.y me quedo un ratito mas disfrutando de la calidez de mi cama.siento un delicioso olor a café que viene de una fabrica cercana.lo están tostando.el aroma invade todo el barrio.el día esta hermoso y el jardín se ha llenado de pájaros,con su canto parecen invitarme a salir de mi cama.a lo lejos se escucha el camión de la basura. Una ambulancia pasa con la sirena abierta.es un sonido de todas las horas ,pues hay un hospital muy cerca.
me encanta…. una vez escribí un relato sobre un viaje a Lisboa para recoger olores y sonidos…. este verano vuelvo a esa ciudad maravillosa y voy a intentar escribirlos, como tú cuentas aquí… gracias por recordármelo 🙂 Hace poco que te descubrí pero ya eres fuente de admiración en creatividad