Esta semana estuve poco activa en este blog. Al final —pensaba ayer mientras nadaba— esto de tener dos personas conviviendo adentro (la viajera / la escritora) me complica un poco las cosas. Cuando una está motivada, la otra medio que se asusta. Cuando una sube cosas a su blog —porque ahora cada cual tiene su blog— la otra se traba un poco. Y estos días me pasó eso, estuve tan concentrada en generar contenido para Viajando por ahí que dejé a este de lado. Lo que no quiere decir que no haya estado escribiendo.

No sé si a ustedes les pasa, pero yo escribo todo. Aunque ese todo va variando. Cuando estoy viajando, los días siempre son distintos —de eso trata mi primer libro: “Días de viaje”— y necesito tomar nota de todo para no olvidarme. Son tantas las cosas nuevas que aparecen en mi camino que si no las escribo enseguida se me van de la cabeza. Cuando estoy quieta, los días empiezan a parecerse: es normal que dejemos de mirar el lugar que habitamos y lo transformemos en el telón de fondo de nuestra rutina, pero eso no quiere decir que no sigan pasando un montón de cosas a nuestro alrededor. Es cuestión de prestar atención a lo que consideramos ordinario, algo que estoy intentando hacer desde que frené acá. Y por eso no debe ser casualidad que, desde que estoy quieta, estoy escribiendo más que nunca: es mi manera de diferenciar mis días estáticos.

Como les conté en otro post, uso varios cuadernos a la vez —también leo varios libros a la vez, debe ser algún desorden de personalidad— y a cada uno le doy una función. En este momento estoy usando cinco. Una locura. Pero me permito estos lujos porque estoy quieta y no tengo que cargarlos en la espalda. Además estoy descontrolada con el tema de la compra de libros y cuadernos. El otro día me pedí otro de Lynda Barry y cuando vi que pesaba un kilo pensé má sí, dame un kilo de libro como si le estuviese pidiendo papas al verdulero. En unos años saldré en esos documentales de acumuladores de cosas: “Murió aplastada por sus propios cuadernos”. En fin. Cuando vuelva a moverme tendré que reducir todos mis cuadernos a uno. Prefiero no pensar en eso ahora.

post-it-rosa-cuadernos

De esos cinco cuadernos activos, los importantes son tres: el cuaderno naranja, la libretita gris y la agenda del Principito (todos moleskine, estoy en el pico de mi fanatismo). Los otros dos son más esporádicos: uso uno para hacer mapas mentales —en otro post hablaré de esto— y el otro para anotar citas que me gustan o para hacer dibujitos. Los tres cuadernos importantes los uso de logbooks. Cuando busco la traducción de logbook me dice: diario de navegación, diario de a bordo, libro de vuelo, cuaderno de trabajo, bitácora. Me gusta lo de libro de vuelo, así que quizá empiece a llamarlos así. Son mis libros de vuelo.

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En estos logbooks anoto los eventos más importantes del día, aunque no me centro tanto en qué comí o adónde fui sino en qué escenas vi o viví: qué cosas me llamaron la atención. Son como bitácoras extendidas o diarios simplificados. ¿Por qué necesito tres? Porque estoy mal de la cabeza. Aunque en mi lógica todo tiene sentido:

1. el amarillo no empezó como logbook sino como cuaderno experimental y al final fue mutando.

2. la libretita gris la uso para apuntes más rápidos y para hacer listas: qué libros estoy leyendo, qué películas vi, qué páginas de internet descubrí, qué canciones escucho.

3. la agenda de El Principito es mi adquisición más nueva: estaba en oferta y con envío gratuito, no pude resistirme. Hace años que no tengo una agenda de verdad, de esas con las páginas marcadas, así que ya que estoy en la onda diario me pareció lindo tener un cuaderno con una hoja para cada día.

Volví a escribir en formato diario gracias a Syllabus, otro de los libros de Lynda Barry —también haré la reseña, quiero hacer reseñas de tanto libros que no sé si me dará la vida—. Lynda Barry es profesora universitaria y Syllabus es una recopilación de los ejercicios y tareas de dibujo y escritura que le da a sus alumnos. Una de las consignas obligatorias de su curso es mantener un diario durante todo el semestre de clases. Decidí hacerlo también, como si estuviese tomando su clase, y así empecé a experimentar con distintas maneras de mantener un diario. Acá van algunas.

* El diario de siete minutos

Fragmento del libro "Syllabus" de Lynda Barry

Fragmento del libro «Syllabus» de Lynda Barry

Como ven en la foto, es bastante simple: en un daily diary («diario diario»), así que se usa una hoja por día.

Primero hay que dividir la hoja en cuatro y dedicar cada casillero a:

1. Did (siete cosas que hice)

2. Saw (siete cosas que vi)

3. Heard (una frase que escuché)

4. Draw (un dibujo de algo visto durante el día)

Una vez hecho el dibujo, tenés siete minutos para rellenar todo: siete cosas que hiciste en el día, siete cosas que viste, alguna frase que escuchaste y un dibujo. Como dice Lynda Barry, no hay que pensarlo demasiado sino escribir lo primero que se nos venga a la cabeza, aunque no parezca muy importante. Esta es una manera de ver cómo funciona nuestra mente y cuáles son las cosas que nos llaman la atención sin que nos demos cuenta de manera consciente.

* Las cuatro escenas

Mantuve el diario de siete minutos por unos tres meses y después cambié de formato. Lynda Barry da variaciones de este ejercicio y hubo otro con el que me sentí más cómoda: dividir la hoja en cuatro y escribir cuatro escenas del día anterior, cuatro momentos que se te vengan a la cabeza cuando pienses en lo que pasó o hiciste ayer. Como dice ella, lo importante no es tanto el contenido del diario en sí, sino ver cómo esos detalles o momentos que no parecían relevantes vuelven a aparecer en nuestra cabeza. Para este formato, lo mejor es escribir las escenas en presente, como si estuviesen ocurriendo en ese momento.

Esta es una foto del diario de cuatro escenas con anotaciones de Lynda Barry. Fuente: http://thenearsightedmonkey.tumblr.com/

Esta es una foto del diario de cuatro escenas con anotaciones de Lynda Barry. Fuente: http://thenearsightedmonkey.tumblr.com/

* El diario de cuatro minutos: “remembered” / “saw”

En este video, Lynda Barry da otra opción: el diario de cuatro minutos.

Doblá una hoja en dos y dibujá una linea en el medio. Poné la fecha arriba, y en la columna de la izquierda escribí “remembered” (recuerdo) y la de la derecha “saw” (vi) y escribí durante cuatro minutos todo lo que te acordás de ayer y todo lo que viste.

* Los 12 casilleros (el diario-bingo)

Este todavía no lo probé pero me gusta:

diario-doce

Dividí la hoja en doce cuadrados y a lo largo del día andá completándolos con:

– 3 cosas que hiciste

– 3 cosas que viste

– 3 cosas que escuchaste

– 3 dibujos (podés ponerte consignas como: 3 dibujos de cosas redondas, 3 dibujos de cortes de pelo y cosas así)

Pueden ver más ideas de Lynda Barry en su blog: thenearsightedmonkey.tumblr.com

* Las listas

Austin Kleon da otra idea: hacer una lista simple de las personas a las que viste, lo que hiciste, los lugares a los que fuiste, lo que compraste cada día.

Fuente: http://austinkleon.com/2010/01/31/logbook/

Fuente: http://austinkleon.com/2010/01/31/logbook/

Más de Austin Kleon y sus logbooks en su blog: austinkleon.com

A mí me gusta hacer una combinación de todos los anteriores, aunque me quedo con el formato de las cuatro escenas. Hagan esto durante un mes y no lo relean, van a ver que cuando vuelvan a mirar todas esas anotaciones se van a acordar de un montón de detalles que fueron conformando sus días y que de otra manera hubiesen pasado por alto.