Día 4: exponé una de tus obsesiones
Todos tenemos temas que nos obsesionan y las obsesiones son poderosas, dice Natalie Goldberg en «Writing down the bones». Según ella, los escritores siempre terminan escribiendo acerca de sus obsesiones: lo que los persigue, lo que no pueden olvidar, lo que cargan desde la infancia. Son temas de los que no podemos escapar, cosas que se traslucen en nuestros textos aunque no nos demos cuenta.
El primer paso es identificarlas. Hacé una lista de tus obsesiones: el café, el chocolate, un ex novio, tu infancia, un lugar que querés conocer, un lugar que conociste, un diálogo que no podés olvidar, una imagen, una cena familiar, un autor, un artista, una técnica, un color, un deporte, una necesidad compulsiva de hacer algo sin saber bien por qué. Anotá todas las que se te vengan a la cabeza. Ahora hacé de cuenta que se acaba de inaugurar un museo de obsesiones en tu ciudad y te ofrecen un espacio para exponer la tuya, de manera anónima. ¿Cuál elegirías, cómo la mostrarías al público —a través de un objeto, quizá— y qué diría el cartelito explicativo?
(Yo también estoy escribiendo textos en mi cuaderno y creo que este es uno de los que más me divierte. Si alguien se anima, comparta el suyo de manera anónima —o no— en los comentarios así empezamos a armar el museo acá mismo).
Natalie Goldberg le dedica un capítulo a las obsesiones en su libro «Writing down the bones» y la que me habló del museo de obsesiones fue Caro Chavate así que para esta consigna hice un mix. Este disparador forma parte del proyecto mensual «30 días de escribirme». Cada día durante 30 días compartiré una consigna o disparador corto para que escribas un texto en tu cuaderno o blog. La idea es que lo uses para entrar en calor la mano y generes el hábito de escribir todos los días. No es necesario empezar con grandes temas ni escribir durante horas. Estos ejercicios están pensados para hacerse entre 15 y 30 minutos, pero cada cual puede usar el tiempo que quiera. Podés ir viendo los disparadores de este proyecto acá. Si querés compartir tu texto en alguna red social, podés usar el hashtag #30díasdeescribirme.
Salió una especie de cuento, medio largo, pero lo comparto.
Patíbulo
Si pudiera exponer una de mis obsesiones, sin pensarlo demasiado diría que mi mayor obsesión es cortarme el pelo. Cortarme el pelo yo mismo, porque odio a los peluqueros.
La última vez que pisé una peluquería, tenía trece años y salí del salón embroncado y casi llorando. Habían arruinado mi melena de rulos y decidí llegar a mi casa, raparme la cabeza y no volver nunca a pisar una peluquería. En estos años, fui aprendiendo el oficio y ya es algo que hago con naturalidad y me sale bastante bien.
Los primeros cortes fueron los peores, sobre todo para la parte de atrás de la cabeza, que era la parte donde tenía que cortar mirando un espejo y moviendo las manos en el sentido contrario a lo que veía. Algunas veces la gente se daba cuenta que tenía el pelo muy desparejo y cuando no quería decir que yo mismo me lo había cortado, decía que había perdido una apuesta o que me había ofrecido como modelo para un peluquero aprendiz al que quería ayudar.
Ser mi propio peluquero no es algo de lo que esté orgulloso, no me gusta contarlo ni tener que explicar porque no voy a la peluquería, es algo que solo la gente de mi círculo más cercano sabe. Al principio me preguntaban por qué lo hacía y muy bien no sabía qué responder. Con el tiempo creyeron que era un rasgo gracioso de mi personalidad, lo contaban en los cumpleaños y cuando el desastre era importante, me sacaban fotos sin que me diera cuenta. Pensé en terminar con el asunto para siempre y dejarlo crecer, imitando los peinados que veía en los videos de mis músicos preferidos, pero había algo en ese ritual que me gustaba.
Cuando tenía las tijeras en la mano sentía que tenía el control de la situación y con el tiempo descubrí que lo que más me molestaba de los peluqueros era el poder que tenían. Lo primero que te dicen es que te sientes en el sillón e inmediatamente y sin avisarte te cambiaban la altura de la silla. Después te atan una bata en el cuello, que aprieta y corta un poco la circulación de la sangre que llega al cerebro; le hacen el nudito y te preguntan si estaba bien. Yo decía siempre que si. Luego te rocían como a una planta, te preguntan cómo querés que te corten y luego hacen lo que se les canta. Si les decía “cortame las puntas”, volvía con un flequillo. Si les pedía que a los costados quede más corto que arriba, volvía rapado en la zona que bordea las orejas. Y era una pesadilla darse cuenta que te acaban de cortar demasiado y que seguramente tengan que hacer lo mismo del otro lado para dejarlo igual.
Si me dieran la posibilidad de expresar esta obsesión, seguramente me vengaría de todos los peluqueros que atormentaron mi adolescencia. La obra se podría llamar “cortados por la misma tijera” o algo así y el cartelito que describe la obra solo diría que estos hombres fueron juzgados y que son culpables. Buscaría a esos viejos verdugos, les pagaría lo que valga un corte de pelo y los pondría a todos en una sala y en fila, frente a una multitud que espera el espectáculo. Les diría que se sienten, les ataría una bata en el cuello y con la tijera en la mano, les preguntaría si tienen algunas últimas palabras.
Super interesante obsesión y muy gracioso relato, gracias por compartir!
Interesante. Justamente la semana pasada fui a la peluquería con sueño y mientras el peluquero me cortaba el cabello y yo estaba con los ojos cerrados me puse a pensar en el poder que tienen, o mejor dicho en el poder que les entregamos, pero en el sentido de que de una pueden degollarte con la navaja sin que tengas tiempo de darte cuenta de lo qué pasó. Es algo dramático pero eso se me vino a la mente. El nombre que elegiste para la obra es genial “cortados por la misma tijera”.. jajaja..
Muy buenoooo!
Muy buena y graciosa! Totalmente de acuerdo.
Tenía 11 años cuando mi peluquera «amiga» del barrio decidió cortarme el pelo escalonado en vez de rebajado (hago mea culpa del error ya que nunca nombre la palabra «rebajado» y simplemente dije «lo quiero cortito en algunas partes y mas largo en otras» PERO TENIA 11 AÑOS, NO SABIA DE CORTES DE PELO VAMOS!).
Salí de la peluquería con el pelo a la altura de la pera y 3 escalones a cada lado. Lo peor de todo es que no tengo un pelo lacio llovido, entonces el primer escalón, que ansiaba convertirse en flequillo, se curvava hacia el centro de mi cara y se convertía en una especie de cuerno. Un cuerno de cada lado.
Casi 20 años después, la anécdota sigue siendo muy bien recordada por mis adorables amigas que nunca me han hecho bullying con ese tema =)
Me he sentido identificado en muchos aspectos. De pequeño, quien me cortaba el pelo, era mi padre… Se supone que durante su servicio militar había tenido alguna experiencia… ¿Rapando? En fin, para mí era un fastidio cuando llegaba el día de cortarme el pelo. Me sentaba en un taburete en el salón de casa. Me ponía una tela gris brillante por encima y pasaba la cabeza por el agujero que había en medio. Mi padre la ajustaba al cuello con un par de imperdibles (yo estaba tenso por miedo a que me pinchase con ellos). Las costuras de la tela rozaban en mi cuello. Era muy incómodo. Además, mi padre no tenía gestos suaves… Había en él cierta actitud ruda, de macho, como demostrando que había aprendido en la mili (o servicio militar), y eso se sufría cada vez que me giraba la cabeza a un lado u otro, sin delicadeza. Y luego sacaba la navaja para afeitar en las patillas y en el cuello por detrás. Aquí llegaba lo que para él significaba delicadeza: me «aplicaba una loción» en esas zonas de la piel… Lo digo entre comillas porque lo que hacía en realidad era chuparse el dedo para embadurnarme con su saliva. Al terminar, me miraba en el espejo… Me quedaba el flequillo recto, paralelo al suelo, como Jim Carrey en Dos tontos muy tontos.
-Hola, soy Ale y me obsesiona la ropa.
-“Hola Ale” (Responden al unísono los roperos anónimos)
Es algo serio, en verdad me obsesiona.
Cada día me pongo algo diferente, muy rara vez repito dos días seguidos una misma prenda.
No es que tenga mucha ropa, pero la que tengo la cuido como uno de mis más grandes tesoros. Confieso que no me gusta prestar mi ropa y confieso también, que por algún extraño motivo, no me gusta decirle a otras personas donde compro prendas que les llaman la atención , porque guardo el deseo egoísta de ser la única que las tiene.
Desde inicios de mes ya estoy queriendo que llegue el final para tener mi paga y poder ir a comprar la ropa que puedo tachar en mi lista y que corresponde a mis dibujitos. El problema es que tengo más grande la imaginación que el presupuesto y lentamente se ha ido armando una inmensa “wish-list” que no sé si alcanzaré a completar, no sé si esas prendas que tanto quiero, van a seguir existiendo para cuando tenga el dinero disponible para eso.
Pero aún así, mi falta de presupuesto no impide que sueñe con ropa todos los días.
Creo que no es uno de esos deseos superficiales, creo que la manera en que nos vestimos comunica y dice cosas de nosotros, creo que es una de las tantas maneras en que pongo mi creatividad a funcionar, combinando colores, creando paletas, texturas y detalles. No hay una prenda que me guste más que otra; amo los zapatos y todo hacia arriba, incluyendo accesorios como bufandas que colecciono porque tengo la gran ventaja de tejer mis propios cuellitos y gorros.
En cuanto a la creatividad, para mi realmente no importa la marca, mucho menos que sea costosa. Me gusta la variedad. Me gusta jugar con los colores en mi cuerpo. Incluso me gusta arriesgarme a hacer mis propias prendas con una antigua máquina de coser.
Uno de mis hobbies es pensar y diseñar algo sencillo y luego como si fuese un ritual, tomo ese bus especial que me llevará a una de las zonas de mi ciudad que provee todo para que los creativos desbordemos en alegría y llanto de plenitud.
Entro al almacén de telas, me voy a esa canasta donde cuidadosamente enrollan telas con estampados especiales y con menos de 10 dólares, puedo proveerme con lo necesario para ser feliz al llegar a mi casa y consolidar esos diseños, esos vestidos, esas camisetas, que aunque tienen todo de imperfecto, tiene lo suficiente para hacerme feliz y para hacerme sentir especial.
También me obsesionan los artículos de papelería y las libretas, los libros y el chocolate.
Hace 6 años que mi obsesión tiene un solo nombre: Game of thrones.
Miro series desde mucho antes que cuevana youtube o netflix genere hordas de fanáticos, yo soy fan de las 1º épocas, donde había que esperar que Sony o Warner traiga las temporadas y había que verlas el día que ellos decidían pasarlas y esperar semanas enteras para ver como concluían las historias.
Es apasionante, desgarradora, fantasiosa, y hasta desgastante de ver. Pero imposible de dejarla.
En mi haber llevo convencidas más de 15 personas que hoy están fanatizados, les martille tanto la cabeza para que lo miren, que no les quedó otra.
Hablando de obsesiones debo confesar que mas allá de mi bondad de compartir algo genial de ver, en el fondo yo lo que buscaba y sigo buscando es tener gente con la cual poder hablar del tema, así que me encargue de conseguir reclutas.
Por suerte la serie es tan buena que no necesite mucho más que algunas charlas apasionadas y en algunos pocos casos un par de “te pido que mires 2 capítulos, si no te enganchas no te jodo mas”
Y aunque suene re pesada juro que recibí y sigo recibiendo agradecimientos por haberles insistido y por mi eterna disposición de estar disponible para el debate siempre y cuando no se rompa mi único mandamiento: no al spoiler. No me importa si sos hijo del autor y tenes la verdad, si leíste el libro mas rápido, si crees que yo ya debería saberlo porque salió en todos lados, o si a vos no te molesta saber las cosas. Si no lo veo de la pantalla o lo leo de la página, no me interesa saberlo y si queres que te cuente algo que yo ya vi, olvidate, no preguntes porque soy una tumba.
Creo que lo que me obsesiona es esa constante incertidumbre de no tener la más remota idea de lo que va a pasar a continuación, cosa que en la tv no sucede muy seguido, sobre todo para los que venimos viendo series desde hace mucho.
En el fondo, envidio un poco a todo aquel que nunca la vio porque amaría volver a sentir la sorpresa de cada capítulo como la primera vez que lo vi.
En el museo, solo pondría una tv con imágenes de la serie y el 1º libro y en el cartelito, una frase que diga:
CUIDADO: la exposición prolongada genera fanatismo, pero del bueno…
Creo que jamás fui consciente de que (si es una obsesión realmente) la padezco al igual que vos hasta en el más mínimo detalle. (Me da mucha risa lo de «mirá los dos primeros capítulos», es la parte dura en que tenés que motivar a que la miren porque te dicen que no entendieron o no les gustó viendo solo el primer capítulo)
Yo elegiría un globo terráqueo con forma de cabeza. Y el cartel explicativo tendría solo dos palabras «Obsesión: Viajar». Dejo enlace de mi escrito con este disparador: http://todoesescribible.blogspot.com/2016/01/dia-4-expone-una-de-tus-obsesiones.html
Hola Aniko, aquí Vicky uniéndose a tus 30 días. Ésta es mi obsesión:
Me obsesionan los días que pasa la comida en la heladera, creo que la relación entre una persona y la comida es como con las parejas: debe basarse en la confianza. Uno no puede comer algo que piensa que le puede llegar a caer mal.
Una vez que termino de comer, si sobra algo de comida que amerita que entre en la heladera, es un camino sin retorno, porque al segundo día ya empiezo a desconfiar si en verdad ese alimento será apto para consumo humano. Sé que no es normal, y hasta me siento un poco culpable, pero es una obsesión, si pudiera cambiar mi comportamiento ya lo hubiera hecho…
jajajajajajajaja!!! yo también y he olvidado escribirlo. La pieza expuesta un tupper ware
Hola! yo estoy haciendo los desafíos diarios. Esta es mi obsesión
De todas mis obsesiones, creo que la que más me obsesiona y por la que más me conoces es mi fanatismo por las películas. Me encanta ver películas, así de simple. Sin importar el género, no me cierro a casi nada. Veo de terror, ciencia ficción, drama, acción, romance, independientes, si me dicen que es buena, yo la miro. Para que se den una idea, el año pasado vi 195 películas(el enfermito las anotó), o sea que más de una cada dos días. Pero mi obsesión no termina ahí. Siempre quiero saber más, en especial si es una película que me gustó mucho. Averiguo datos de la filmación, cosas que hicieron los actores antes, el guionista, el director, etc. Si la película esta basada en una historia real busco como fue el caso y si está basada en un libro, considero mucho comprarlo. También me ha pasado al revés, al saber que un libro lo van a hacer película lo conseguí lo más rápido que pude para leerlo antes de ver la peli. Podría decirse que para mis amigos me convertí en una especie de IMDB personalizado. Ah, y además soy una fuente de datos inútiles y triviales de los que estoy muy orgulloso.
Te dejo el link a mi blog donde lo estoy haciendo:
https://nololeenadie.wordpress.com/2016/01/14/dia-3-expone-una-de-tus-obsesiones/
Mi obsesión
OBSESION
Hay cosas que la gente no entiende. Me refiero al común de los mortales. Porque yo soy mortal, pero no común. Y precisamente lo que me hace no ser común es que entiendo de manera perfecta, como colorear, resaltar, subrayar y destacar y alinear las palabras.
Si vamos a poner títulos con MAYÚSCULAS, los ponemos TODOS CON MAYÚSCULAS, y no UNO SÍ y otro no. Y si tenemos dudas vamos a buscar al primero, al padre de todos los títulos que estamos utilizando y simplemente hacemos copy-paste.
Si queremos resaltar varias cosas, usamos la misma gama de colores desde el más claro para lo menos importante hasta el más oscuro para lo más importante. Los naranjas, verdes y azules nos regalan una hermosa variedad de tonalidades, ¿por qué despreciarla sin piedad?
¿A quién se le ocurre no diferenciar entre la letra bold, la cursiva y el subrayado? ¿Acaso no saben distinguir la Coca Regular de la Light? ¿Es que no le ven el sabor a las palabras?
Las alineaciones son derechas o izquierdas o centradas o justificadas. «O» no significa «Y». O una cosa, o la otra, ¿por qué insisten en mezclarlas?
Claramente hay gente que no entiende que en estas pequeñas cosas también se juega la armonía de la vida. ¿Con qué necesidad mezclar sin criterio si todo puede verse del mismo modo que suenan las notas afinadas de un violín?
Pero a la mayoría no le importa y sólo piensan que estás perdiendo el tiempo. Señores, deberán entender, tarde o temprano, que no puedo sumar dos mas tres, si el dos esta en Arial y el tres en Times New Roman.
Y cuando estás a punto de perder las esperanzas, hay un día, un mágico día, en que uno esta imprescindiblemente subrayando un título que necesitaba ser subrayado (porque sabemos que es una necesidad) y alguien por lo bajo nos va a decir: «Sí, gracias, cuanta falta hacia ese subrayado». Y ese día, en esa complicidad, uno entiende que no esta tan solo, y la alegría es inmensa al regocijarnos en los laberintos de la mente del otro. Porque entre nosotros podemos reconocernos en tan solo un instante, en una mirada fugaz a una letra en cursiva. Y ya no hay vuelta atrás, es un pacto para siempre. Y los pactos, claro, se sellan en Courier New 12 Bold y sombreados en amarillo platano.
Brillante. Aplausos
Ay, Dios mío. Es la misma puta obsesión que tengo yo. Esto me ha dado la alegría del mes. Ya me puedo morir tranquila sabiendo que hay gente que está tan loca como yo.
G R A C I A S jajajajajajaja
Mi obsesión son, sin dudas, los libros. No puedo parar de leerlos, ordenarlos, adorarlos. Compro uno nuevo casi todas las semanas. Tengo una biblioteca gigante con cientos y cientos de libros. La mayoría leídos por la mitad, otros tantos todavía por leer. Algunos fueron comprados mientras estaba en la facultad, otros son libros que compré porque estaban citados en esos libros y me interesaba leerlos también. Otros fueron nombrados por mis autores favoritos y ya se sabe, “los amigos de mis amigos son mis amigos”.
Este amor nació cuando yo recién empezaba a leer. Creo que mi personalidad se forjó en torno a esta obsesión de meterme en universos lejanos, con personajes entrañables y mundos de fantasía. No me entusiasmaban tanto los juegos fuera de la casa, no me interesaban tampoco los videojuegos que todo el mundo amaba, yo estaba feliz tirada en el sillón o en la cama leyendo.
Leo todo el tiempo: en el colectivo, en el subte, en casa, en la sala de espera de un médico, en un viaje de larga distancia. Esas son las mejores lecturas, cuando estás de viaje. Sabés que tenés kilómetros y fundamentalmente tiempo, tiempo para dedicarle a tu obsesión. Tanto me gusta esto de leer en viaje que, generalmente, cuando me acuerdo de un lugar que visité, recuerdo perfectamente qué libro estaba leyendo ahí. De hecho, los libros influyen sobre mi estado de ánimo y me hacen vivir las cosas de una u otra manera dependiendo qué autor esté leyendo. Por eso me cuido bastante de no elegir un texto complicado para la playa pero sí para una montaña nevada, por ejemplo.
Me gusta entrar en librerías, sea donde sea que esté. Me fascina ver los libros en su lengua original. Me gusta reconocer los nombres de los grandes autores locales que, lejos en Buenos Aires, leo traducidos. Y cuando visito una casa, voy directo a ver qué libros tienen en la biblioteca. Los libros dicen mucho de la persona que vive allí. Qué emoción cuando reconozco un lomo, una tapa, casi que me dan ganas de decirle al libro “!Hola! ¡Pero qué hacés vos por aquí!”
Lo tengo que confesar: a veces me agarran ataques de pánico de solo pensar en que no me va a dar el tiempo para leer todos los libros que quiero leer… ¡para colmo ahora hay en formato libro y formato digital! (prefiero el papel, sin dudas… ¡se trata de una experiencia sensorial, muchachos, no lo pueden negar!). Además aplico la teoría de Austin Kleon del “family tree”. Él dice que cuando te gusta un autor tenés que leer y averiguar todo sobre él, luego conocer qué autores lee y leer al menos tres de esos autores y así sucesivamente. Se va armando el “árbol” con todos tus autores preferidos y los preferidos de tus autores preferidos. Él lo muestra así:
Izquierda
Centrado
Derecha
Eliminar
«Climb your own family tree» en Steal like an artist de Autin Kleon.
Por eso a mí me cuesta tanto entender a esa gente que dice “Tengo ganas de leer pero no sé qué” o los que, al terminar un libro, me piden que les recomiende: “y ahora, con qué sigo?” ¡Con el que te acaba de nombrar/citar/referir el libro que venís de leer!
No es una obsesión de la que me quiero curar, obviamente. La seguiré padeciendo y disfrutando. Fea obsesión que despierta esta sensación de vértigo por algo tan inabarcable que hace más finita mi existencia. Pero puro disfrute porque son los libros los que me hacen viajar, conocer, entender, compartir… y fundamentalmente, son los que, además, me animan a escribir.
Mi obsesión son, sin dudas, los libros. No puedo parar de leerlos, ordenarlos, adorarlos. Compro uno nuevo casi todas las semanas. Tengo una biblioteca gigante con cientos y cientos de libros. La mayoría leídos por la mitad, otros tantos todavía por leer. Algunos fueron comprados mientras estaba en la facultad, otros son libros que compré porque estaban citados en esos libros y me interesaba leerlos también. Otros fueron nombrados por mis autores favoritos y ya se sabe, “los amigos de mis amigos son mis amigos”.
Este amor nació cuando yo recién empezaba a leer. Creo que mi personalidad se forjó en torno a esta obsesión de meterme en universos lejanos, con personajes entrañables y mundos de fantasía. No me entusiasmaban tanto los juegos fuera de la casa, no me interesaban tampoco los videojuegos que todo el mundo amaba, yo estaba feliz tirada en el sillón o en la cama leyendo.
Leo todo el tiempo: en el colectivo, en el subte, en casa, en la sala de espera de un médico, en un viaje de larga distancia. Esas son las mejores lecturas, cuando estás de viaje. Sabés que tenés kilómetros y fundamentalmente tiempo, tiempo para dedicarle a tu obsesión. Tanto me gusta esto de leer en viaje que, generalmente, cuando me acuerdo de un lugar que visité, recuerdo perfectamente qué libro estaba leyendo ahí. De hecho, los libros influyen sobre mi estado de ánimo y me hacen vivir las cosas de una u otra manera dependiendo qué autor esté leyendo. Por eso me cuido bastante de no elegir un texto complicado para la playa pero sí para una montaña nevada, por ejemplo.
Me gusta entrar en librerías, sea donde sea que esté. Me fascina ver los libros en su lengua original. Me gusta reconocer los nombres de los grandes autores locales que, lejos en Buenos Aires, leo traducidos. Y cuando visito una casa, voy directo a ver qué libros tienen en la biblioteca. Los libros dicen mucho de la persona que vive allí. Qué emoción cuando reconozco un lomo, una tapa, casi que me dan ganas de decirle al libro “!Hola! ¡Pero qué hacés vos por aquí!”
Lo tengo que confesar: a veces me agarran ataques de pánico de solo pensar en que no me va a dar el tiempo para leer todos los libros que quiero leer… ¡para colmo ahora hay en formato libro y formato digital! (prefiero el papel, sin dudas… ¡se trata de una experiencia sensorial, muchachos, no lo pueden negar!). Además aplico la teoría de Austin Kleon del “family tree”. Él dice que cuando te gusta un autor tenés que leer y averiguar todo sobre él, luego conocer qué autores lee y leer al menos tres de esos autores y así sucesivamente. Se va armando el “árbol” con todos tus autores preferidos y los preferidos de tus autores preferidos. Él lo muestra así:
(imagen al final del documento)
«Climb your own family tree» en Steal Like An Artist de Autin Kleon.
Por eso a mí me cuesta tanto entender a esa gente que dice “Tengo ganas de leer pero no sé qué” o los que, al terminar un libro, me piden que les recomiende: “y ahora, con qué sigo?” ¡Con el que te acaba de nombrar/citar/referir el libro que venís de leer!
No es una obsesión de la que me quiero curar, obviamente. La seguiré padeciendo y disfrutando. Fea obsesión que despierta esta sensación de vértigo por algo tan inabarcable que hace más finita mi existencia. Pero puro disfrute porque son los libros los que me hacen viajar, conocer, entender, compartir… y fundamentalmente, son los que, además, me animan a escribir.
http://wp.me/p6Mx0r-1E enlace con este disparador, todo un reto el proyecto 🙂
Pingback: Día 5: escribí el último sueño que recuerdes | escribir.me
Comparto mi relato!
No creo tener muchas obsesiones, pero si hay algo en lo que siempre pienso y que rige cada decisión que tomo afectando todos los aspectos de mi vida.
Ese algo es la comida y aunque es una parte normal de la rutina de cada ser humano lo mío va más allá hasta el punto de rayar en la gula.
Por eso, en la exposición sobre las obsesiones yo ubicaría mi espacio al inicio de la galería, y colocaría una mesa de postres –mi debilidad- con una enorme variedad de dulces no solo apetitosos sino creativos y hermosos. La obra se llamaría ¿Comer para vivir o vivir para comer? Y sería participativa: los visitantes podrán comer de manera gratuita todo lo que deseen con una sola condición: su visita termina ahí. Si comen el más diminuto mini dulce después de sentir el cielo en tus papilas gustativas debes abandonar inmediatamente la galería y no regresar más a la exposición.
Y es que así es mi vida:
Qué lindo ese vestido… No me queda.
Hay que trabajar… Más tarde, es hora de comer.
¿Cómo conquistarme? Regalándome comida.
¿Estoy de mal humor? Es que no he comido.
¿Quiero comprar un libro? De recetas.
¿Qué oficio tengo? Pastelería.
¿Me preguntan si quiero salir a hacer algo? Podemos ir a comer.
Estoy triste… Me provoca helado.
Estoy feliz… Quiero helado.
Tengo gripe… Dame un heladito para la garganta.
En fin, es tarde, me voy antes de que cierren la heladería.
Pingback: Día 24: escribile a alguien que ya no está | escribir.me
Pingback: Día 4: expón una de tus obsesiones – Garabatos a la Luna
Obsesión: Idea, deseo, preocupación, que no se puede apartar de la mente.
Me obsesiona el arte, el diseño textil y de modas. El arte me sana. El arte es mi solución en un mundo antinatural y caótico.
Me obsesiona la idea ganarnos la vida haciendo lo que amamos. Compartiendo y aprovechando el mayor tesoro, el tiempo y el amor.
Vivir de acuerdo a nuestros ciclos naturales y nuestras necesidades vitales.
Vivir en balance de cuerpo, mente y espíritu.
Vivir la expresión libre.
(suspiro) ♥
Obseciones tengo varias. La mayoría de ccaracter racional/ existencial. Pocas, para variar, de sentido práctico, si es que se pueden llamar así. Sin embargo hay algo que me pone un poquito loca, que no puedo soportar: que no me quede el cuerpo seco después de bañarme. Las ojotas mojadas (y que van a mojar mi pie si no las seco totalmente antes de ponérmelas), esa gotita maldita que corre por la espalda, esas gotitas que se marcan en la ropa cuando me la pongo, esa gotita que cambia la textura de la crema si me acuerdo de ponérmela.
No sé por qué nació ni cuándo se generó. Lo de las gotitas en la espalda tengo una vaga idea. Hay un pensamiento dando vueltas por mi cabeza que dice que si queda húmeda se pueden formar hongos. No sé cuándo se instakó ese pensamiento en mi cerebro, y sé que desde el punto de vista racional no es tan acertado, pero estoy segura que es el disparador de todo. Escurrir mil veces mi pelo para que no gotee, pasarme la toalla muchas veces refregando la espalda, asegurarme de pasar la toalla por todas las superficies de mi cuerpo. Y más de una vez. Asegurarme que no quede una gota en ninguna parte.
Después vienen los pies. Se estoy en mi casa, o en una ducha de confianza, secar uno por todos lados, entre los deditos, el empeine, la planta, secarlo todo (haciendo equilibrio con el otro pie) y apoyarlo fuera de la ducha, sobre superficie seca, para hacer lo mismo con el otro, manteniendo el equilibrio.
Si la ducha no es de confianza cambia, porque me tengo que duchar con ojotas. En este caso suelo salir de la ducha con las ojotas puestas (dependerá del espacio si sequé antes o después de salir de la misma el cuerpo). La operación es similar: equilibrio, seco un pie, alzo la ojota respectiva, seco la superficie de apoyo y las tiritas que sostienen el dedo, la dejo en el suelo, coloco el pie seco. Repito con el otro.
¿Qué detesto? Sentirme seca, acomodar el pelo y que una gota resbale. Vuelvo a escurrrir el pelo, le paso la toalla, vuelvo a secar la espalda. Cuando estoy bien seca, me visto.
¿Cómo lo presentaría en un museo? Probablemente con una ojota mojada o con una foto de una gota en mi espalda desnuda.
Aclaración importante: Esto me pasa sólo cuando me baño. Cuando me meto a una pileta / mar / río no me importa nada.
¿Cómo lo titularía? Humedad 0%.
———–
Hola! Me acabo de sumar a los 30 días. Comparto este texto porque fue en el único que leí los comentarios 🙂 . Es la versión original, la del papel. Cuando lo estaba tipeando acá me costó mucho mantener el original, quería cambiar muchísimas cosas: orden de palabras, reformular frases, puntuación, pero me pareció más interesante dejar la primer idea…
Saludos!
María
http://siquieroescribirescribo.blogspot.com (blog algo abandonado, pero que hace honor a su título)
Pingback: 30DE – Día4 – Ori Marinig
Hola a todos!
Quizás es un poco tarde, pero acabo de comenzar con el desafío de 30 días de escribir. Gracias a Aniko viajé a Islandia, así que pensé, por qué no también empezar a escribir?
La verdad es que en mi cabeza todas las ideas suenan geniales, pero cuando las paso a papel no quedan tan bien. Igualmente voy a seguir intentando y me voy a animar a publicar lo que escribí respecto a mis obsesiones.
Saludos!
Cuando leí la temática del 4to día me entusiasmé bastante. Mi trastorno obsesivo compulsivo se pelea constantemente con mi trastorno de ansiedad (sí, soy psicóloga…) y es debido a ello que tengo varias obsesiones para compartir (hablar de los “problemas” siempre es bueno).
Primero pensé contar la de “las puertas de los baños”. No puedo soportar qu permanezcan abiertas. Ni en mi casa ni como invitada en otra casa. El otro día fui a la casa de una amiga, y lo primero que me comentó es que tenía la puerta del baño cerrada especialmente para mí.
Después lo volví a pensar y me pareció que es una obsesión bastante aburrida y de la cual no hay mucho que contar.
Decidí que sería mejor hablar de mi obsesión, la cual para el museo titularía “La Simetría” (debo reconocer que la creatividad no es lo mío).
La misma deriva de la (mí) teoría de que somos seres simétricos (cosa que no es tan cierta), entonces todo lo que pasa de un lado del cuerpo debe también pasar del otro. Tener un pie frio y otro caliente es de las peores cosas que me pueden pasar, no por el frio o el calor, sino porque necesito que ambos pies sientan lo mismo. Lo bueno es que es una obsesión familiar, ya que a mi tío le sucede lo mismo.
En la exposición debería estar yo siendo pinchada de un lado y pinchándome yo en el mismo lugar (tiene que ser exacto) del otro lado.
Recuerden si alguna vez se cruzan con una chica que se rasca la cabeza de ambos lados con ambas manos, probablemente no sea de sucia, sino de obsesiva.
Hola, unida al desafió, llegue al cuarto día.
Mi obsesión más linda o que más disfruto y quiero es oler libros. Amo el olor de los libros, de los libros nuevos con ese olor fresco, fuerte y a promesa, pero sobre todo de los libros usados, viejos, leídos y releídos. Es un olor particular, que lleva la historia del libro, amo ir a librerías de usados a oler libros, cerrar los ojos y viajar en su historia.
No importa que el libro este junto a otros en esa librería hace tiempo, no, él guarda el olor de su primer dueño. Podemos saber si fumaba, si usaba mucho perfume, si la casa tenia humedad, si la biblioteca era de madera, y con entrenamiento de que madera, porque no es lo mismo el olor de algarrobo, que del pino y ni hablar si es una buena biblioteca de roble que deja ese olor tan embriagador en las hojas de los libros.
Hay que considerar que el gramaje y la calidad de las hojas influyen en la penetración de los olores, dos libros en el mismo lugar tienen olor diferente, y las tapas sobre todo las de cuero o tela atrapan mágicamente cada aroma y forman un perfume único.
Existen miles de ediciones del mismo libro, pero el olor de cada libro es único, no hay dos libros iguales.
Escribir
Haciendo una lista de mis obsesiones logré llegar a la conclusión de que la escritura es la principal. No viene primero el amor, la música, ni siquiera mi deporte favorito hasta el día que muera (patinaje artístico). La elección no fue simple, debía ser algo que haga seguido, que me haga sentir emociones únicas, de lo que pueda hablar por horas. Entonces también entran y toman un lugar privilegiado las películas, series y la comida. Lo dudé bastante, cualquiera que me conozca en lo más mínimo diría que es el patinaje. Es una prioridad en mi vida, más importante que el estudio o hasta la salud. Los “no puedo, tengo patín” se volvieron la base de mis conversaciones.
A pesar de eso, mi obsesión es la escritura. Simplemente porque me permite expresar de las maneras más hermosas todas mis pasiones. Mis hábitos buenos y malos, mis sentimientos, sueños y miedos. Escribir es mi mejor manera de comunicarme.
Haciendo una lista de mis obsesiones logré llegar a la conclusión de que la escritura es la principal. No viene primero el amor, la música, ni siquiera mi deporte favorito hasta el día que muera (patinaje artístico). La elección no fue simple, debía ser algo que haga seguido, que me haga sentir emociones únicas, de lo que pueda hablar por horas. Entonces también entran y toman un lugar privilegiado las películas, series y la comida. Lo dudé bastante, cualquiera que me conozca en lo más mínimo diría que es el patinaje. Es una prioridad en mi vida, más importante que el estudio o hasta la salud. Los “no puedo, tengo patín” se volvieron la base de mis conversaciones.
A pesar de eso, mi obsesión es la escritura. Simplemente porque me permite expresar de las maneras más hermosas todas mis pasiones. Mis hábitos buenos y malos, mis sentimientos, sueños y miedos. Escribir es mi mejor manera de comunicarme.
¡si! ¡es así! Te reconozco, es un pacto.
Mi obsesión. Hace cinco años me presentaron a un chico, salimos dos meses. Él dijo «Sos muy buena mina, no quiero lastimarte». Igual nos seguimos viendo en otras ocasiones.. Cada semana moría de ansiedad porque llegara el fin de semana y poder verlo, aun que no sabía si iba a verlo. Eso era coincidencia siempre.
Cuando cumplí 18 años, el fue a mi fiesta. Así sin invitación. Me emborrache, le dije muchas cosas cursis de las cuales al otro día cuando me levanto y lo veo durmiendo al lado mío quería que me tragara la tierra. Le pedí perdón, desayunamos, se fue. A la tarde yo estaba en lo de mi primo y le mandó una foto mía, le dijo que me cuide bien y al rato fue. No puedo creer que nunca le importe si siempre hacía cosas así, siempre me cuidó, de él, de mi y de mis malos hábitos. En fin, después de eso íbamos y veníamos, nos veíamos de vez en cuando, y pasaba días y días esperando que el quiera verme. Un día, a fin de año, me dije basta. No era sano para mi, no se para él porque nunca supe lo que el sentía o no sentía, pero para mi no. Me acuerdo que le desee un feliz año nuevo y nada más, desaparecí y él también.
Exactamente un año y un día después de no vernos ni haber hablado más, antes que él se ponga de novio, me lo crucé. Yo estaba con un chico, dejé de lado a ese chico porque el estaba mal y por una casualidad de locos nos cruzamos y no podía desperdiciar esa oportunidad. Estuvo todo el rato hablando de cuando el iba a mi casa incluso dijo cosas que no recuerdo que hayan pasado, yo no sabía a donde meterme. Llevamos al chico a su casa y cuando llegamos a la mía nos quedamos conversando en el auto. Me contó que había venido en varias ocaciones a casa y yo no estaba, le dije que los domingos trabajaba todo el día, por eso probablemente nunca me encontró. Entonces me habló de la chica con la que estaba saliendo, me decía de no estar seguro que hacer, ella quería pasar todo el tiempo juntos y él no sabía… le dije «Tal vez sea hora de que sientes cabeza de una vez..» No saben lo que me arrepiento de decir eso cuando en realidad quería decirle que no, que yo seguía esperandolo. Preguntarle si todavía pensaba en mi, si todavía tenía mi foto que mi hermana le regaló, quería abrazarlo, tener lo que nunca tuvimos.. ¿Por qué dije todo lo contrario? No sé. ¿Por qué me estaba planteando esa situación a mi? Esa pregunta me la hice unas semanas después. ¿Por qué me contó que había venido a verme y yo nunca estaba? No sé. ¿Habrá querido que yo dijese otra cosa? ¿Alguna vez le plantee todas mis dudas? No. La última vez que nos cruzamos y hablamos fue en un boliche, me presentó a la novia, me dijo que era mayor que él, unos cinco años. Cuando ella se fue a comprar cerveza él me pidió perdón, le pregunte porqué y me dijo «Por si te dejé doliendo, no era mi intención.. «Haciéndome la superada le dije «No bolasero, no tenés que pedir perdón está todo bien.» Siempre diciendo todo lo contrario a lo que siento. Y esa fue la última vez que nos cruzamos y hablamos. Y esa noche pensé que había sido el cierre, como aquella vez que le desee feliz año nuevo por ultima vez. Pero no.
Hay días que salgo afuera y me quedo esperando, como si él fuera a venir. Yo no salgo de casa (sacando la cuarentena) pero hay días que voy al supermercado o camino por calles que sé que puedo llegar a cruzarmelo, con esa esperanza. Hay días que me siento tan mal que necesito de sus abrazos o simplemente que esté a mi lado. Hay días que lloro pensando en las conversaciones que tuvimos y lo que pude decir y no dije. Hay días que lloro porque lo extraño y se que no va a volver. Hay noches que no duermo imaginándome conversaciones con él. Hay días que me odio por no dejar de pensar en él.
No es una obsesión sana, pero es mi mejor obsesión.
Incluso pienso que si algún día llego a casarme con otra persona y él aparece a mi vida soltero y con ganas de verme de nuevo… me divorcio. Jajaja
Y bueno, esa es mi obsesión. También tengo muchas cartas guardadas con las cosas que nunca le dije.
Nunca tuvimos nada serio, pero lo extraño. Fin.
PD: siempre quise que me hagan borren la memoria, como en la película «Eterno resplandor de una mente sin recuerdos» .